Hoy es la noche más larga del año. Empieza el invierno, el tiempo de estar a resguardo, en silencio, de encender fuegos. Nos sumergimos en la oscuridad y nos protegemos del frío exterior con calor interno.
El mundo lo celebra inundando de luces las calles, otra incoherencia más.
Pretender que no suceda lo que está sucediendo. No importa cuantas bombillas enciendas hoy: es la noche más larga del año.
En esta negación absoluta de la oscuridad, del reposo, de ir hacia adentro olvidamos que la luz está a punto de abrirse camino.
Aunque sabemos de sobra que mañana los días irán alargándose hasta llegar al solsticio de verano y la noche más corta nos negamos a permanecer en la noche de hoy.
En realidad no queremos atravesar la oscuridad.
A menudo me pillo más veces de las que quisiera encendiendo luces y negando lo evidente como si, por arte de magia, haciendo como que esto no está pasando, fuese de golpe el día siguiente.
Ahora que me doy cuenta de mi trampa elijo aceptar lo que ES.
AGRADEZCO todo el camino recorrido y preparo todo lo necesario para permanecer en la oscuridad con calma.
Respiro. Me paro. Respiro. No escapo.
Aquí y ahora. Ocupando mi cuerpo.