En estos días en los que vamos despertando del confinamiento me encuentro lenta, más lenta de lo que es habitual en mí. Después de pasar esta cuarentena en casa, sin los tiempos marcados por agendas exteriores, me cuesta mucho abandonar mi ritmo.
Mi ritmo.
Encuentro placer en ir despacio y estar atenta. Parar, escuchar música, cocinar, coser, regar las plantas, vagear en el sofá, ver realities loquisimos, todo macerado en descansos largos, en siestas infinitas…
Estar en CASA, habitarla para habitarme, cuidarla con mimo, permanecer aquí porque no hay otro sitio al que ir y ahora, no querer ir a otro sitio.
Como cuando me encuentro conmigo. Cuando puedo mirarme a la cara, acompañarme, darme la mano. Disfrutar de mi compañia y de mi consuelo.
Yo ya no quiero ir a otro lado.
Encuentro en mi regazo la protección que iba buscando fuera. La seguridad de haber llegado a buen puerto. La amabilidad de unos brazos que me acojen, me acunan, me abrazan.
Me entiendo y me acompaño en esta desescalada desde mi interior hacia fuera. Voy a respetar mis tiempos. Quiero ir despacito, compartirme desde dentro, no dejarme de lado voy a tu encuentro desde mi centro.